Lleva horas durmiendo en su cunita como un ángel, aunque nadie diría que lo fuera.
Suele moverse a la velocidad del viento y de sus balbuceos salen sonidos que retumban en lo más alto de la casa. Cuando tiene hambre, además del llanto y de enrollándose en las sabanitas, coloca sus manos hacia arriba, en señal de pedir ayuda a algo o alguien superior. Es una forma extraña de actuar, parece como si con ese acompañamiento tuviera más fuerza.
Miren E. Palacios
Bilbao, 30 de Enero de 2013
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