sábado, 20 de febrero de 2016

“El paso de la vida”

Caminando llegó a su lugar e Igor pudo comprobar cómo la Sra. Celia continuaba con sus actividades: las plantas, un tapete de ganchillo y un pañuelo de hilo fino; cuanto ella pudiera hacer, lo hacía. Todo era posible para esa mujer llena de vitalidad.
Él era un vecino atento y de vez en cuando solía ayudarla o bien acompañarla a su vivienda, evitando de ese modo que ella llevará el peso. Hacia poca compra pero exquisita, comía menos que antes aunque su dieta era equilibrada y sana. A menudo le solía contar que comía pescado, mejor pescado Igor, le decía de forma reiterada. 
             Igor una de las mañanas la vio dichosa porque le contó que aquél pequeño esqueje que él vio hacia unas semanas vivía, todavía era una diminuta planta y por eso la colocó en un tiesto grande para que pudiera crecer con mayor libertad.
Igor se quedó asombrado porque le parecía imposible que pudiera vivir aquél pequeño e insignificante ser.
             - ¿Pero cómo lo ha logrado?, preguntó Igor. 
             -Con mucha paciencia, tino, amor y cuidados, respondió Celia.
Te animo a que pongas alguna planta, añadió e insistió ella.  
Las plantas hacen su papel, son útiles para muchos ambientes y lugares, dan color y olor a la casa y adornan la vida. Celia le continúo contando que le ayudaban a estar activa y de ese modo decía que se preocupaba por algo y por alguien. 
            -En primavera son un rayo de esperanza aunque cuando llega el otoño se apagen un poco. Las hojas malas se retiran, ellas te van indicando el paso de la vida, manifestó Celia. 
            -Maravilloso respondió Igor. 
Igor era un joven sensible y educado. Escuchó con atención todo cuanto le contó Celia. 
Si la vida tiene ese camino es digno vivirlo a tope, porque siempre te podrá compensar en algo o con alguien, pensó Igor. 

Miren E. Palacios
Bilbao, 1 de Mayo del 2010


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