Era tal la emoción al recibir a su hijo en brazos que no pudo contener un grito de satisfacción. Como padre fue una experiencia maravillosa pero al ver a su esposa envuelta en sudor le produjo escalofríos.
¡Jamás, jamás!, eso fue lo que exclamando se dijo así mismo. Olvidaría por tanto la escena de ese quirófano donde el protagonista principal fue ese diminuto ser.
Miren E. Palacios
Bilbao, 17 de enero del 2014
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