Igual que lo hacen las ballenas, aquella tarde cuando quedamos en el circo pasó lo que debía suceder, por sus narices salía agua. Una vez más no pude resistirme a sus encantos, pusiste el máximo de humor y al final los ingredientes mezclados provocaron un grato encuentro.
Al anochecer tus ojos brillaron y en ellos fije mi espada, entonces comprendí que no debía separarme. Que tus pupilas con las mías bailaban y al son del reflejo de la luna se selló nuestra mirada.
Miren E. Palacios Bilbao a, 3 de Marzo de 2012
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