Veo junto a su reloj unos números grabados en su piel, me sorprendí, porque jamás hubiera imaginado que era de esos que por cualquier motivo se tatuara.
En una época pasada, Raúl siempre comendaba y se jactaba que eso de poner las tintas en el cuerpo no era fino, que quien lo llevaba, por mucha moda que fuera no siempre ligaba.
Ahora lo justificaba dado que, después de su estancia en aquel penal del Sur de África formaba parte de su vida, esa combinación representó lo malvado de la última ejecución.
Miren E. Palacios Bilbao a, 17 de Febrero del 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario